«Dios no existe».
Lo escribió en su muro de Facebook un
indonesio, hace unos días. Podría ser condenado a cinco años de cárcel por
blasfemo. Alexander Aan, se llama. Edad: 31 años. Funcionario, parece ser.
«Indonesia es un país de mayoría
musulmana en el que está permitido profesar seis religiones diferentes, pero el
ateísmo no se contempla en los principios del Estado», concluye la noticia de
agencia. En ese país el ateísmo es ilegal y, además, el delito de blasfemia
está tipificado como tal.
Alexander está a la espera de veredicto.
No pintan bien las cosas para él. Hace menos de un año un compatriota suyo
cristiano fue condenado a la pena máxima, cinco años, por blasfemar contra el
Islam.
Alexander... ¿En qué planeta vives, bendito chiflado?....
En los muros se reza a los dioses. Los muros son para lamentarse. A los pies de
los muros se muere, los ojos vendados...
Pero en los muros no se escriben esas
cosas.
Si nuestro infeliz amigo hubiese escrito «el agua de
mar no es salada», nadie habría reparado en él o le habrían dado por loco, loco
de atar, tan evidente es que el agua del mar sí es salada. Estaría libre –
persiguiendo mariposas, soñando sueños, suyos o de otros, riendo o llorando,
quién sabe. La indiferencia se habría comido sus palabras.
Pero, ¡ay!, se le ocurrió escribir algo
que podría ser cierto.
Y la verdad es una aventura demasiado
arriesgada. Puede que no exista ese dios con “d” mayúscula, ni ningún otro.
Callemos su opinión, entonces. ¡A la
cárcel con el cuerdo!
Busco consuelo en la filosofía. Spinoza me lo ofrece,
levemente: «La expresión calmada de aquello que se piensa cierto no habría de
ser visto por nadie como un peligro. [...] Sin embargo, el uso de la
imaginación sin que vaya acompañada del intelecto sí que es una amenaza para el
gobierno justo».
Alexander tan sólo expresó algo que él cree ser cierto. Es verdad que muchos no opinan lo mismo. Es verdad que hay otros muchos que, pensando como él, no se atreven a decirlo. Incluso yo mismo, a pesar de considerarme ateo, no sería capaz de una afirmación tan tajante. Me habría extendido algo más. Habría escrito que, dado que no hay ninguna evidencia que apoye la hipótesis de que exista alguno de los miles de dioses que la humanidad ha creado, me inclino a pensar que todos son imaginarios.
Alexander fue rotundo, sí. Pero si
alguien no está de acuerdo con él, lo único que tiene que hacer es exponer la
hipótesis contraria.
Alexander no merece la cárcel: no es un
peligro. Por el contrario, sí es peligroso (¡mucho!) lo que hace su gobierno:
anteponer el derecho a ser adorado de un ente cuya existencia es dudosa (como
poco) a los derechos universales de las personas (reales, existentes sin duda
posible, éstas sí).
Los ateos, por el hecho de serlo, no somos un peligro.
Si una persona religiosa afirma con contundencia «tal dios existe», lo más que
hacemos los ateos cabales es querer conocer más detalles: «Pero, ¿es dios o
diosa? ¿Y cómo estás seguro de que sólo hay uno? ¿Y qué aspecto tiene?... Ah,
que es espíritu puro, dices. ¿Bueno, pero cómo lo sabes? Lo reveló un profeta,
vale...»
Ahora bien, jamás se nos ocurriría pensar
que esa persona devota tiene que ir a la cárcel, ni al manicomio (a pesar de
que la afirmación del novelista Robert Pirsig tiene mucho sentido: «si algunos
de los dogmas que nos inculcan las religiones nos los intentase hacer creer
desde cero una sola persona, la llamaríamos loca»), ni a ningún otro sitio al
que no quiera ir. Estaría ejerciendo su derecho a expresar una opinión.
Islam, protestantismo, catolicismo, hinduismo,
budismo y confucianismo: ésas son las seis religiones legales en Indonesia.
Así que, si Alexander, en su condición
de, pongamos, hinduista, hubiese afirmado estar convencido de que su alma fue
antes la de un mosquito; o si, como protestante, hubiese proclamado creer sin
vacilación en que su cuerpo, a pesar de haberse convertido en polvo por el paso
de los milenios, volverá físicamente a la vida por la gracia de su dios; o si,
por ser musulmán dispuesto a convertirse en mártir, hubiese expresado su
impaciencia por encontrarse con las 72 vírgenes que le esperan en el paraíso...
en todos esos casos habría estado ejerciendo el derecho a expresar dogmas
propios de su religión. Y además habría sido aplaudido y reafirmado en sus
creencias por millones de los suyos.
Sin embargo, a nuestro pobre amigo se le
ocurre decir lo que dijo y ya ven en qué situación se encuentra.
«Bueno, y ¿a quién le importa?», puede estar pensando
alguno de Uds. «Ya es mayorcito, el tal Alexander. Ya debería saber cómo se las
gastan algunos. C’est bien fait pour lui,
que diría un francés. Él se lo ha buscado, por loco. ¡Qué me anda usted
contando de un indonesio insensato con la cantidad de gente que sufre en el
mundo sin habérselo buscado, sin merecerlo!».
Pues bien, yo dejaría que fuera otro
francés, precisamente, quien respondiera. Uno que se llamaba Montesquieu: «Cualquier
injusticia contra una sola persona representa una amenaza hacia todas las demás».
Añadiría también, entre paréntesis, que
nunca dejará de asombrarme cómo, a pesar de que el sufrimiento y las
injusticias están, efectivamente, tan extendidas por el mundo, todavía hay
tanta gente que sigue creyendo que ese mundo fue diseñado y es supervisado por
un ser infinitamente bueno y misericordioso. Aunque quizá no habría de
sorprenderme tanto: por aquí abajo es todo tan incomprensible a veces que no es
de extrañar que se fantasee con jefes de cielos donde sólo los justos puedan
entrar y porteros de infiernos que castiguen a los que de aquí se irán de
rositas.
Pero, sobre todo, completaría mi
respuesta diciendo que Alexander Aan no es un loco. ¿Temerario? ¿Valiente? No
lo sé: la línea es muy fina. Seguramente sea ambas cosas.
Es fácil declararse ateo en rincones del mundo donde
los credos, los cerebros y las leyes han pasado por el filtro de renacimientos,
humanismos, ilustraciones, revoluciones científicas... (aunque no crean
ustedes, incluso en esos lugares hay personas que al enterarse del ateísmo de
uno le miran como si, por el hecho de ser ateo, padeciera algún tipo de tara
moral, incluso de tara mental). Pero para llamarse a uno mismo ateo en ciertos
países hace falta, sencillamente, valor.
Lo dicho: Alexander es un valiente. O un
temerario, de acuerdo, se lo concedo. ¿Loco? No. Eso no. Los muros están para
escribir en ellos, si se tiene el coraje suficiente. Y Alexander lo tiene.
Alexander ha utilizado sus sentidos y su intelecto, herramientas
que la naturaleza le ha concedido, para sacar una conclusión y exponerla en forma
de opinión. Una simple opinión, al fin y al cabo.
Pero puede que esté yo divagando en
exceso. Quizá a Alexander lo único que le ocurre es que no confía en padres que
no dan la cara.
Mucho ánimo, Alexander. Lo vas a necesitar. Parece
que en la cárcel te harán seguir un curso de “reeducación” en la fe musulmana,
así que es probable que dentro de cinco años no te reconozca ni la madre que te
parió.
En cualquier caso, Alexander, ¡bien hecho!
Los muros también están para derribarlos.
O para verlos caer por su propio peso.
Todos los comentarios serán bienvenidos.
ResponderEliminarTras leer estos mágníficos aportes que nos trae Clemente, pienso que sean muy importantes para ver, entre la nebulosa, lo que nos impide ver todo aquello en lo que estamos inmersos. Vivimos encorsetados por la política, la sociedad, la economía, las religiones, tanto en Indonesia, como en Laponia, Alemania, España... ¿Donde está la democracia?, ¿Acaso existe? Más bien pareciera una Dictadura encubierta por los poderes públicos e/o las instituciones que tratan de parar el curso natural evolutivo del hombre, dejándonos estancados en un mundo caótico que nos impide avanzar hacia puntos muchos más evolucionados. Los intereses deben ser de mucho peso...
EliminarGracias Clemente por tu aporte, por hacernos ver entre la niebla estos rayitos de luz.
Gracias a ti por aportar tu visión, Hipatia.
EliminarEl problema en este asunto en mi opinión es la radicalización de posturas, tanto de los que son creyentes y son intransigentes e igual con los que son ateos recalcitrantes (obviamente entre un extremo y otro hay un abanico de posturas mucho más moderadas)
ResponderEliminarEn el modelo de Estado de España se deja una especie de vacío con lo de la aconfesionalidad que da pie a que ciertas instituciones y colectivos o bien se sientan con derecho de querer imponer su visión, o se victimizan; creo que con Estado laico todo se solucionaría, llamarme soñador.
Alguna que otra vez lo he comentado, las religiones debieran de ser como los Manes,Lares y los Penates romanos, que cada quien tuviera los suyos(de desear lo) pero que no salieran de la despensa de su casa.
Felicidades, muy buen texto
Completamnte de acuerdo contigo, Boeciano.
EliminarClemente, amigo, admiro tu perspicacia para hacernos pensar, a la vez que sonreir, y plantearnos circunstancias que siguen ocurriendo en los países más alejados y en nuestras reuniones de vecinos, en las cuestiones religiosas (de forma muy acentuada en algunos sectores de nuestra sociedad) y en nuestros trabajos diarios: la intransigencia, el imponer nuestros criterios como los únicos válidos y despreciar/criticar los distintos (ya si tienes poder no los desprecias, directamente te los cargas, no vaya a ser que otros se pongan a pensar y conquisten ideas propias).
ResponderEliminarGenial el apunte traido de Robert Pirsig, a ver quien se "tragaría" ahora los dogmas de fe de cualquier religión presentados desde cero, la reflexión es genial para que se la plantearan muchos inmovilistas religiosos.
Siempre un placer leerte, AngelyOlga.
Y siempre un placer leer tu opinión, Angel. Un abrazo.
EliminarDios sí existe, don Quijote también, lo mismo que Caperucita Roja, Julian Sorel, Óscar Matzerath, Lucecita, la abeja Maya, Dumbo, etcétera, etcétera.
ResponderEliminar¿Qué nos dirían si nos pusiésemos a buscar la cesta de Caperucita Roja, o los restos de Rocinante, o el tambor de hojalata de Óscar? ... Sin comentarios.
Todos conocéis los restos (reliquias) que nos han dejado los insignes fantasmas de la mitología cristiana. Sin comentarios.
dios no existe.
ResponderEliminarClemente escribió: "Incluso yo mismo, a pesar de considerarme ateo, no sería capaz de una afirmación tan tajante. Me habría extendido algo más. Habría escrito que, dado que no hay ninguna evidencia que apoye la hipótesis de que exista alguno de los miles de dioses que la humanidad ha creado, me inclino a pensar que todos son imaginarios."
Estimado Clemente, para afirmar que eres ateo requieres de analizar y profundizar dicho concepto, por tal razón te invito a caminar por el largo y sinuoso camino de ti mismo y conocerte antes de pretender conocer a otros como a Alexander o los creyentes.
Si estás dispuesto y no tienes MIEDO de aceptar tus errores, te espero en la siguiente dirección: http://faac.foros-phpbb.es/ en donde estoy seguro que aprenderemos lo que realmente es un ateo.
Saludos cordiales.
Existe la "verdad" subjetiva ( producto de la alineación sistemática inducida por las religiones desde la infancia de las personas ), dicha "verdad" es defendida ardorosamente por quienes creen en ella, por tanto, quien llegase a cuestionar sus enunciados es considerado un peligro y reprimido con más o menos severidad dependiendo del lugar geográfico donde se encuentre.
ResponderEliminarGracias Clemente por tus excelentes aportes que van encaminados hacia una real aproximación hacia la Verdad entendida como un entendimiento objetivo de la realidad.
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